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Siegfried Sassoon (1886-1967), escritor y poeta británico, es recordado por los tres volúmenes de su autobiografía, pero, principalmente, por una razón parcialmente ajena a la literatura: su manifiesto rechazo a la Primera Guerra Mundial, en la que se había alistado de forma voluntaria pero a la que se negó a regresar tras un período de permiso, escribiendo una carta a sus superiores que llegó a ser leída en el Parlamento (lo que, por otra parte, no le sirvió para esquivar las trincheras). Su participación en
el frente cambiaría completamente su percepción poética y durante años
predominarían como temas esenciales el horror y el odio generados por la guerra. También él adoptó una actitud romántica en los primeros momentos para ir
poco a poco cediendo ante la desilusión y el desaliento. Su principal
preocupación sería la del soldado anónimo que sirve de carne de cañón para
defender unos intereses que desconoce y con los que no suele comulgar. Sassoon contó la terrible realidad de las trincheras en poemarios que, como Contraataque, le permitieron participar de la brillante promoción de los "war poets", a la que también pertenecieron Robert Graves y Wilfred Owen. Es el primer
cronista del absurdo y el horror del frente, abandonando muy pronto el tono
triunfalista y romántico de algunos de sus compañeros. No existen para él actos
heroicos en la trinchera, sólo el frío, la crueldad y la impotencia.
(Información parcialmente extraída del magnífico blog de Patricio Pron)
SUICIDE IN THE TRENCHES
I knew a simple soldier boy
Who grinned at life in empty joy,
Slept soundly through the lonesome dark,
And whistled early with the lark.
In winter trenches, cowed and glum,
With crumps and lice and lack of rum,
He put a bullet through his brain.
No one spoke of him again.
You smug-faced crowds with kindling eye
Who cheer when soldier lads march by,
Sneak home and pray you'll never know
The hell where youth and laughter go.
SUICIDIO EN LAS TRINCHERAS
Conocí a un soldado raso
que sonreía a la vida con alegría hueca,
dormía profundamente en la oscuridad solitaria
y silbaba temprano con la alondra.
En trincheras invernales, intimidado y triste,
con bombas y piojos y ron ausente,
se metió una bala en la sien.
Nadie volvió a hablar de él.
Vosotros, masas ceñudas de ojos incendiados
que vitoreáis cuando desfilan los soldados,
id a casa y rezad para no saber jamás
el infIerno al que la juventud y la risa van.
Contraataque (1918) Traducción de Eva Gallud Jurado. Salamanca: El Desvelo 2011
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