Después de la entrada correspondiente a la novela antibelicista, Las aventuras del soldado Schwejk, donde se pone de manifiesto lo absurdo de la guerra y el sinsentido de las autoridades militares y religiosas, reproducimos la primera escena de la adaptación teatral de Mónica Zgustova pensada para unos nueve actores y ambientada en distintos lugares de Praga. Se trata de la peculiar visión humorística del atentado de Sarajevo que ya reprodujimos desde el punto de vista narrativo.
Los diálogos hilarantes constituyen una excelente materia prima teatral que permite adaptaciones ágiles y llenas de humorismo, bastante cercanas a la sensibilidad de nuestros alumnos
Escena 1.
En casa de Svejk.
Sra. Müllerová.- ¡Ay! Madre santísima, Dios mío, Dios mío. ¿Pero no sabe lo que ha ocurrido? Nos han matado a Fernando.
Svejk.- ¿De qué Fernando habla, señora Müllerova? Yo conozco a dos Fernandos. Uno es el criado del dueño del colmado, Prusa, aquel que una vez se tragó por error una botella de mascarilla para el pelo. Y también conozco a un tal Fernando Kokoska, que recoge mierda de perro. ¡No perdería gran cosa el mundo sin ninguno de los dos!
Sra. Müllerova.- Pero, señor mío… ¡ Se trata del archiduque Fernando, el de Konopiste, aquel hombre gordo y piadoso!
Svejk.- ¡Virgen santísima! ¡Qué cosas! Y, dónde le ha pasado eso al archiduque?
Sra. Müllerova.- En Sarajevo, señor, con un revólver, mientras iba en coche con esa mujer, la archiduquesa.
Svejk.- ¡Caramba, señor Müllerova! ¡En coche! Claro, un señor como él se puede permitir ese lujo y ni se le ocurre que un viaja así pueda acabar mal. Y, además, en Sarajevo, o sea, ¡en Bosnia, Señora Müllerova! Seguramente habrá sido cosa de los turcos. No les debíamos haber quitado Bosnia-Hercegovina. Vaya, vaya. Así que el señor Archiduque ya reposa en la paz del señor. Y ¿sufrió mucho?
Sra. Müllerova.- El archiduque la diñó en el acto, señor. Ya se sabe, con un revólver pocas bromas.
Svejk.- Hay revólveres que no disparan por más que uno insista, señora Müllerova, y en cambio otros… Pero para el archiduque habrán comprado un artefacto de los mejorcitos. Apuesto lo que quiera a que, además , el chico que lo hizo iba endomingado para la ocasión. Está claro que disparar al archiduque no es un juego de niños. No es como cuando un cazador furtivo dispara a un guarda forestal, no. Lo que importa es la manera de acercarse a él. No puedes ir a ver a un señor así, hecho un pordiosero. Hay que llevar un sombrero de copa si no quieres que la policía te trinque.
Sra. Müllerova.- Parece que han sido más de uno, señor.
Svejk.- Sin duda alguna. Si usted quisiera matar a un archiduque o a un emperador, seguro que consultaría con alguien más. Cuántas más personas más cordura. Uno propone una cosa, aquél otra, ya sí es como “todo sale bien”, según reza nuestro himno nacional. Gente honrada hoy en día hay poca. Señora Müllerova. ¿Le disparó una o más veces?
Sra. Müllerova.- Los periódicos dicen que el archiduque tenía más agujeros que un colador. Le vaciaron el cargador entero.
Svejk.- Sí, son cosas que se hacen en un santiamén, señora Müllerova, en un visto y no visto. Para algo así yo me compraría una browning. Parece un juguete, pero en dos minutos puedes matar a tiros a veinte archiduques, sean gordos o flacos. Aunque, dicho sea entre nosotros, señora Müllerova, un archiduque no puede de ninguna manera ser delgado. Venga, pues, me voy a la cerveceria el Cáliz. Si viene alguien a recoger a ese perro faldero del que ya he cobrado el anticipo, le dice que lo tengo en la perrera, en el campo…; es que hace poco le corté un poquito las orejas y hasta que no se le curen las heridas no lo puedo sacar porque cogería un resfriado. Déjele la llave a la portera.
(sale)